En estos momentos, y desde la madrugada del 25
de Diciembre, María amamanta al niño en la intimidad del establo, mientras José
la apoya y realiza las labores necesarias para que ella se sienta a gusto.
No recibirán ninguna visita hasta el 6 de Enero.
Fecha en la que esperan la llegada de tres maestros bondadosos que vienen desde
muy lejos a hablarles sobre la importancia del apoyo emocional de papá durante
todo el puerperio, el amor incondicional y una crianza respetuosa y sin
castigos. Además traerán consigo muchísimas provisiones para que los orgullosos
padres puedan seguir dando amor, calor y protección sin la intromisión de los “opinólogos”
de turno de Belén.
Por cierto, se sabe que uno de los señores esperados
es un destacado Pediatra (pro-lactancia y pro-respeto a los niños), que dará
sugerencias y tips para que la dedicada madre logre una lactancia prolongada y
feliz.
José ha decidido no avisar a ningún familiar por
ahora, por lo que a María se le garantiza un buen período de paz, libre de
consejos no pedidos y bombardeo de sugerencias infundadas que solo la
atormentarían y le harían imposible el sentirse tranquila.
Los animales del establo, únicos testigos
presenciales del hermoso acontecimiento, contemplan deleitados cómo la feliz
madre abraza y no despega ni por un momento al bebé de su pecho y su calor.
Reconocen al trío como de la misma familia, la de los mamíferos.
Llegaron los tres maestros; algunos los llamaban
Reyes; otros, Magos. Tuvieron una larga conversación con los recién estrenados
padres. Dejaron los regalos, las instrucciones y decidieron marcharse pronto,
para no perturbar la intimidad de la triada.
José y María tomaron, a raíz de la conversación,
algunas firmes decisiones, muchas de las cuales ya pasaban por su cabeza,
quizás inspiradas por el instinto o la intuición.
Entre ellas, destacaban las siguientes:
*Criarían a su bebé con amor y respeto
incondicional.
*Se apoyarían mutuamente, como pareja y como
únicos responsables directos de la crianza y educación de su prole.
*María amamantaría a su bebé el mayor tiempo
(Hasta los dos años o preferiblemente más), por lo que José debería seguir
realizando la mayor cantidad de tareas posible (Además de atender su trabajo),
a fin de que la meta se cumpla con un nivel de estrés bajo, o preferiblemente
nulo.
*Mantendrían a los opinólogos de turno y
pediatras anti-lactancia lejos. Así se
sentirían muchísimo más tranquilos y
relajados.
*Jamás dejarían llorar a su bebé. Atenderían sus
necesidades siempre. No lo dejarían nunca solo en una cama, corral, coche o
cualquier otro artilugio diseñado para fomentar el desapego.
*Jamás castigarían a su hijo. Encontrarían
mejores maneras de resolver los conflictos y de educarlo.
*Jamás aceptarían ningún tipo de maltrato como
método de disciplina. Estarían plenamente conscientes de que dichos métodos,
lejos de enseñar, dejan secuelas difíciles de borrar.
*Se amarían en las buenas en las malas, tendrían
muchísima paciencia (tanto entre ellos, como con su hijo) y sabrían perdonarse
(y perdonarlo) cuantas veces fuese necesario.
*Serían una pareja común y corriente, sin
pretensiones de perfección, sin egocentrismo, sin juicios ni intolerancia hacia
quienes piensen distinto a ellos. Eso sí, exigirían el mismo respeto hacia su
forma de criar y educar.
*José respetaría el puerperio de María. No
exigiría atención o complacencia más allá de la que ella debe dedicarle al
niño. Respetaría la necesidad que ella tiene de intimidad con su bebé, por lo
que se mantendría un buen tiempo en abstención sexual, recordando que su pareja
necesita recuperarse del parto, y que sus hormonas deben abocarse al apego y la
lactancia de su cría. Entendería que no es desamor para con él, y jamás
adoptaría una conducta infantilizada y demandante, motivada por las carencias
emocionales de su propia infancia. Se comportaría con la madurez y la
sensibilidad de un hombre feliz y pleno.
Cuando los Reyes magos se retiraron, un pastor
los miró pasar con expresión de satisfacción, como quienes, a todas luces, han
cumplido con su deber. Y escuchó a uno de ellos (posiblemente el pediatra)
decir a sus compañeros, mientras sonreía: - ¡Vaya suerte que tiene el niño
Jesús!
Por Elvis Canino
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