Recuerdo que una vez,
hace mucho mucho tiempo, un buen amigo me preguntó:
"¿Y tú como le
haces para estar todo el tiempo sonriente?".
Era yo apenas un
muchacho y no supe responderle, pero ahora que lo pienso, por algo nunca me
olvidé de aquel, en apariencia, insignificante suceso.
Un día, varios años
después de aquel comentario, me contemplé al espejo y noté que ya no sonreía
como antes, ni siquiera me miraba como antes. Fue allí cuando empecé a hablarme
al espejo (Cosa que ahora hago a diario, como un ritual), y decidí que ya no
desperdiciaría un día más frunciendo el ceño (Aunque confieso que me es
bastante difícil cumplir este compromiso cabalmente las 24 horas, pero se hace
lo que se puede).
La vida para mí, antes
y después de aquel suceso, ha sido un constante vaivén de situaciones extrañas,
gente interesante, momentos surrealistas, experiencias como sacadas de un libro
muy raro. Algo así como un sueño, de esos que te invaden cuando has dormido
mucho y ya no encuentras más que soñar.
Lo interesante del
asunto es pensar en cómo todo ese cumulo de experiencias extrañas y de
personajes a veces bien dignos de un
cuento kafkiano (como yo mismo, por ejemplo), puede haberme llevado al sendero
en que me encuentro en este preciso momento.
Si lo pienso bien, cada
experiencia, cada palabra, cada sueño, cada gesto me condujo exactamente a
donde me tenía que conducir, a donde creo estar parado ahora.
Aceptar y honrar mis
sombras, mis defectos y mis carencias; contemplar con amor mi propia oscuridad;
bendecir y agradecer cada trago amargo (así como cada trago dulce) es, o al
menos eso creo, lo que en cierto modo me ha ayudado a mantenerme a flote cuando
los vientos fuertes han azotado.
Aceptar que me falta
mucho que aprender; que podría dar más Amor, sin condiciones (A mí mismo, por
ejemplo); que mis defectos son parte de mi SER, de mi esencia. Todo esto me
nutre y me sostiene a la cordura (o a eso que más se me parece a ella).
A fin de no olvidarlo y
mantenerme atento, me pongo los siguientes compromisos de vida cada mañana al despertar:
*No juzgar a nadie (Ni
siquiera a mí mismo).
*No dedicar tiempo al
chisme, a la envidia o a la intriga.
*Dedicar cada día de mi
vida a aprender, a mejorar, a rectificar mis equivocaciones, sin avergonzarme
de ellas.
*Saborear el presente,
así como cuando era un niño lleno de curiosidad y asombro.
*Agradecer cada momento,
cada regalo de la vida, cada aprendizaje, cada error.
*Silenciar mi
mente a voluntad, escuchando solo mi respiración... y a Dios. (Y vaya que calma,
¡Inténtenlo!).
*Sonreír a cada niño que
veo. Ellos sí que saben devolver una sonrisa.
*Jugar, hablar con, y escuchar a mi hija.
*Abrazar, besar y llevarle el café a la cama a mi compañera de viaje (No se me hace difícil, pues siempre me levanto antes)
*Abrazarme y sonreírme cada vez que me miro a los ojos.
*Decir al niño que aún vive dentro de mí, que lo amo, que todo está bien y que nunca lo dejaré solo.
*Decir al niño que aún vive dentro de mí, que lo amo, que todo está bien y que nunca lo dejaré solo.
*Escuchar buena música.
*Decirme cosas
agradables a mí mismo, regalarme cosas, regalarme tiempo.
*Ayudar a quien lo
necesite. De forma desinteresada, sin esperar nada a cambio.
*Leer algo interesante y
constructivo, algo que me haga sentir bien. ¡Oler un libro!
*Pisar la grama o el
suelo descalzo.
*Mojarme con la lluvia.
*Comer algo que me guste mucho, por placer.
*Comer algo que me guste mucho, por placer.
*Olvidarme del reloj y
de la prisa.
*Pensar en alguien a quien quiero.
*Pensar en alguien a quien quiero.
Todo esto me recuerda
que estoy vivo, que soy un visitante temporal en este mundo y lo más
importante: Me reconecta con mi tesoro perdido. Ese que siempre estuvo frente a
mi, pero que ya no lograba ver, quizás por insistir tanto en pensar y en actuar... ¿Como adulto?
(Nota: Sí, soy yo el de la foto)
(Nota: Sí, soy yo el de la foto)
Por Elvis Canino
Preciosa y muy interesante entrada.
ResponderEliminarGracias por compartirla