lunes, 27 de julio de 2009

EL NIÑO BUENO Y EL NIÑO MALO


Hemos tomado prestado este título de un cuento de Mark

Twain no para hablar, como él, de dos niños concretos, sino

de todos y cada uno de los niños, del Niño en general. ¿Son

los niños buenos o malos? Pues de todo habrá, pensará el

lector. Cada niño es distinto, y probablemente la mayoría, lo

mismo que los adultos, serán normales tirando a buenos.

Sin embargo, y dejando aparte los méritos propios de cada

niño, mucha gente (padres, psicólogos, maestros, pediatras y

público en general) tiene una opinión predeterminada y general

sobre la bondad o maldad de los niños. Son «angelitos» o

pequeños tiranos»; lloran porque sufren o porque nos toman

el pelo; son criaturas inocentes o «saben latín»; nos necesitan

o nos manipulan.

De esta concepción previa depende que veamos a nuestros

propios hijos como amigos o enemigos. Para unos, el niño es

tierno, frágil, desvalido, cariñoso, inocente, y necesita nuestra

atención y nuestros cuidados para convertirse en un adulto

encantador. Para otros, el niño es egoísta, malvado, hostil,

cruel, calculador, manipulador, y sólo si doblegamos desde el

principio su voluntad y le imponemos una rígida disciplina

podremos apartarlo del vicio y convertirlo en un hombre de

provecho.

Estas dos visiones antagónicas de la infancia impregnan

nuestra cultura desde hace siglos. Aparecen en los consejos de

parientes y vecinos, y también en las obras de pediatras, educadores

y filósofos. Los padres jóvenes e inexpertos, público

habitual de los libros de puericultura (con el segundo hijo

sueles tener menos fe en los expertos y menos tiempo para

leer), pueden encontrar obras de las dos tendencias: libros sobre

cómo tratar a los niños con cariño o sobre cómo aplastarlos.

Los últimos, por desgracia, son mucho más abundantes………

……… La orientación de un libro, o de un profesional, raramente

es explícita. En la solapa del libro tendría que decir claramente:

«Este libro parte de la base de que los niños necesitan nuestra

atención», o bien: «En este libro asumimos que los niños

nos toman el pelo a la más mínima oportunidad. » Lo mismo

deberían explicar los pediatras y psicólogos en la primera visita.

Así, la gente sería consciente de las distintas orientaciones,

y podría comparar y elegir el libro o el profesional que mejor

se adapta a sus propias creencias. Consultar a un pediatra sin

saber si es partidario del cariño o de la disciplina es tan absurdo

como consultar a un sacerdote sin saber si es católico o

budista…..

…… hay que reconocer que, en último término, las ideas

sobre el cuidado de los hijos, como las ideas políticas o religiosas,

dependen de una convicción personal más que de un

argumento racional.

En la práctica, muchos expertos, profesionales y padres ni

siquiera son conscientes de que existen estas dos tendencias, y

no se han parado a pensar cuál es la suya. Los padres leen

libros con orientaciones totalmente diferentes, incluso incompatibles,

se los creen todos e intentan llevarlos a la práctica

simultáneamente. Muchos autores les ahorran el trabajo, pues

ya escriben directamente híbridos contra natura. Son los que

te dicen que tomar al niño en brazos es buenísimo, pero

que nunca lo cojas cuando llora porque se acostumbra; que

la leche materna es el más maravilloso alimento, pero que a

partir de los seis meses ya no alimenta; que los malos tratos

a los niños constituyen un gravísimo problema y un atentado a

los derechos humanos, pero que un cachete a tiempo hace

maravillas... Vamos, «libertad dentro de un orden»……..

(Dr. Carlos Gonzales)

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