domingo, 7 de diciembre de 2014

Un Manojo de Esperanza...

Si Anhelamos crear un mundo
sin violencia
donde el respeto y la ternura
logren reemplazar el miedo y el odio,
debemos comenzar con el trato que nos damos
al comienzo de la vida.
Pues es ahí donde se cimientan
nuestros patrones más profundos.
A través de estas raíces crece el temor
y la enajenación –
o el amor y la confianza...


Por Suzanne Arms
Texto e imagen cortesía de Isabella Polito y Auroramadre: Arte y Ciencia de Parir

jueves, 13 de noviembre de 2014

Si la risa reemplazara a la sonrisa…

Me gusta la gente que comete errores, que no se avergüenza de su imperfección y tiene el valor de aceptar que equivocarse es natural… y sano.
Cuando me rodeo de personas así, me siento seguro, tranquilo y confiado. No veo máscaras, sino almas. Ellas y ellos son, para mí, grandes maestros... y por supuesto, grata compañía.
Así mismo (Y espero que esto no se interprete como un juicio), hay personas que valoran demasiado la apariencia; que sonríen con la boca, mas no con el corazón; que te piden credenciales, por aquello de que los títulos te hacen "alguien"; y, por supuesto, que por encima de todas las cosas tienen siempre la razón, muchas veces a costa de no escuchar o aceptar jamás nada que atente contra sus juicios y valores.
Este tipo de personas, por mucho que me empeñe en lo contrario, me activa alarmas. Estar con ellas me hace sentir incómodo y paranoico. Y a veces siento que me quitan tanta energía, que prefiero optar por el viejo lema de “mejor solo, que mal acompañado”.
La autenticidad es un don preciado que a la mayoría de nosotros se no arrebató en la infancia. Cuando se nos enseñó a aparentar en nombre de la aprobación, la etiqueta social y el tener que caerle bien a los demás. Un don que cada niño que encuentro me muestra y me recuerda, sin necesidad de esforzarse.
Las máscaras que el mundo adulto nos obligó a mostrar cuando tenemos que agradar a los demás pesan bastante. Jamás son una carga grata. Muchas veces nos hacen fruncir el ceño, o sonreír de forma extraña, como si posáramos para una revista.
Me encantan los niños porque no aparentan nada, no les interesa agradar a nadie y por supuesto, son incapaces de engañar con intenciones egoístas y mezquinas.
Cuando mienten (cosa que aprenden de nosotros) lo hacen por simple supervivencia. Dependen de nuestra protección, son vulnerables y están indefensos ante el maltrato, el castigo y el chantaje ¿No haríamos lo mismo en su lugar?
También estoy consciente de que no todos los adultos que aparentan algo lo hacen por maldad o con intenciones turbias. La mayoría simplemente olvidó quien ES en realidad.
Eso es todo: una cuestión de memoria.
Si nos permitiéramos recordar y reconectarnos, aunque sea de vez en cuando, con nuestra verdadera esencia.
Si reconociéramos, aceptáramos e integráramos nuestras propias sombras. Así, con sencillez y sin los prejuicios y etiquetas que han sembrado en nuestra mente (Y en nuestra alma), muchas veces desde que eramos apenas unos bebés.
Si nos aceptáramos, reconociéramos y valoráramos tal y como somos, con defectos y virtudes.
Si dejara de importarnos tanto lo que piensan (...o creemos que piensan) los demás.
Si recuperáramos la libertad que, de niños, nos permitía explorar el mundo sin miramientos y sin tanta planificación.
Si recobráramos la humildad y la sencillez que se requieren para aceptar nuestras fallas y pedir perdón, cuantas veces sea necesario.
Si, al igual que los niños, dejáramos de instalarnos en lo que nos hicieron, para justificar el odio, la ira y los deseos de venganza.
Que distinto sería el mundo si la risa reemplazara a la sonrisa.
Que agradable sería la vida, si ya nada fuera tan importante como para ponerlo por encima del amor y el respeto hacia nosotros mismos…

Por Elvis Canino

martes, 11 de noviembre de 2014

Reconectándonos con la Magia!



¿Recuerdas la primera vez que te viste reflejado en una pequeñita e indefensa criatura nacida de tu amor? ¿Y cuando te miró a los ojos por primera vez? ¿O aquel momento en que apretó tu dedo como diciendo “Hola, aquí estoy… protégeme”?

Para muchos (incluyéndome) el concepto de lo mágico comenzó a tener o mejor dicho, a recobrar sentido desde que experimentamos esa sensación de vernos reflejados en ese pequeño espejo de carne y hueso que el universo materializa a través de nosotros: nuestros hijos.

A partir del primer contacto, del primer abrazo, del primer intercambio de miradas  todo comienza a verse desde una perspectiva diferente, como si cambiáramos el cristal a través del cual enfocamos el mundo. Despertando, renaciendo, recalibrando el contador a cero… dejando el pasado donde debe estar… atrás.

Recuerdo que algunos amigos trataron de describirme esa sensación, pero hay cosas que no se comprenden hasta que se experimentan en carne propia.

Cuando tuve a mi hija en mis brazos por primera vez, experimenté una especie de reencuentro con lo que podría describir como mi verdadero Yo;  ese “Yo” o ese “alguien” que no conoce máscaras, que es auténtico y transparente, y al que no veía desde hace muchísimo tiempo, cuando era apenas un pequeño que conservaba intacta la inocencia y la pureza que un día el mundo adulto me fue arrebatando con sus institucionalización y sus etiquetas que lo clasifican y explican todo.

Percibí de nuevo ese olor a magia. Olor que no disfrutaba desde que me había transformado en una persona responsable y “cuerda”, o al menos eso creo.

Y cuando hablo de magia no me refiero a ilusionismo barato, sino a la Magia Real. Aquella que sostiene el universo en una constante sinfonía; la que percibes cuando miras el cielo y pasa una estrella fugaz como persiguiendo algo; la que sana a quienes no pierden la fe; la que puede hacerte sonreír en medio de una tormenta infernal; esa que puede devolverte las ganas de vivir cuando todo apunta a lo contrario.

Puede que ahora que eres un adulto serio y de pensamiento lógico, te niegues a aceptarla y prefieras optar por un mundo de coherencia y de estadísticas científicas, de esas que todo lo comprueban; pero estoy seguro que en tu infancia ni por un momento dudaste de su existencia.

El mundo infantil es natural y espontáneamente mágico, los niños viven rodeados por la magia todo el tiempo. Desde que despiertan y son invitados por el sol a sentir, explorar y saborear los colores de su mundo. Ellos experimentan un eterno momento presente, en el que se maravillan por todo.

Mi hija me lo recuerda constantemente, me relata historias sin lobos feroces; donde las mariposas, los conejos, los ogros y las princesas conviven en armonía, queriéndose unos a otros sin etiquetarse y sin conocer la mezquindad.

Exploramos juntos nuestro jardín hablando acerca de esos mundos indescriptiblemente mágicos que se esconden bajo tierra, y a los que se llega a través de esas cuevitas construidas por las hormigas, que solo la sabiduría y paciencia de un niño es capaz de contemplar durante horas y horas, en medio del éxtasis y en un estado indudablemente meditativo.

La paternidad para mí ha sido una gran oportunidad para reconectarme con ese camino que había olvidado.  Creo que se me ha dado una especie de segundo chance para vivir y saborear el aquí y el ahora como nunca antes. Ese eterno ahora en el que vive mi hija, y al que me invita cada vez que jugamos, cada vez que cantamos, cada vez que bailamos, cada vez que reímos.

Entonces ¿por qué no aprovechar esta magia para sanar aquello que bloquea y obstaculiza mi felicidad? ¿Por qué no sonreír de nuevo cada vez que me miro al espejo? ¿Por qué no concentrarme en disfrutar al máximo cada momento mágico en ese jardín que llamo Vida?



Por Elvis Canino

viernes, 7 de noviembre de 2014

¡Piensa en esto antes de aceptar un diagnóstico sobre tus hijos!


¿Sabías que Albert Einstein fue diagnosticado por un pediatra como retrasado mental?
¿Sabías que no habló hasta cumplir los 4 años?
¿Sabías lo que comentó sobre él uno de sus maestros?
Pues su maestro dijo lo siguiente: “Es lentísimo y no consigue memorizar nada, no entiende de reglas y no obedece órdenes”
¿Sabías que otro profesor le dijo que "estaría mucho más contento de no tenerlo como alumno en su clase, porque se sentaba en la última fila y sonreía, lo que violaba el sentimiento de respeto que un maestro necesita"?
Afortunadamente para Einstein (Y para la humanidad) aún no se había "INVENTADO" el déficit de atención e hiperactividad, y por supuesto no se condenaba a los niños a vivir drogados con RITALÍN.
Por favor, piensa en esto cuando un supuesto "especialista" trate de convencerte de que tu niñ@ tiene problemas de atención. Especialmente cuando pretendan medicarlo.
La medicación y los diagnósticos precoces no son juego.
No permitas que maten la espontaneidad y la personalidad de tus hij@s.
Recuerda que son niños, no androides.
NO a los diagnósticos irresponsables. NO a la medicación con drogas a niños sanos.
¡Ya basta!
 Por Elvis Canino

domingo, 12 de octubre de 2014

…Esa mirada que me hacía obedecer!

Escucho a muchas personas decir con cierta nostalgia: “Bastaba que mi mamá me mirara para que yo me quedara quiet@ y me portara bien.”
Y sé que suena muy lindo, poético y hasta jocoso a veces, pero ¿Te has preguntado qué se esconde detrás de esa obediencia estimulada por una mirada amenazante? 

Pues miedo. Sí, mucho miedo… muchas veces hasta en el nivel de terror o pánico.
Solemos disfrazar con risas y una admiración forzada las emociones reales que se esconden detrás de estos recuerdos. La mayoría de nosotros está inconsciente de la ira y la rabia que lleva dentro, gracias a la represión y al chantaje que hemos padecido en nuestra infancia y/o adolescencia por parte de nuestros progenitores, y muchas veces de nuestros educadores y demás adultos del entorno cercano.
Amenazar no es positivo. No genera aprendizaje, no estimula, no fortalece la autoestima. Por el contrario nos termina acostumbrando a la obediencia ciega, al no cuestionar, a reprimir nuestros sentimientos, ideas y emociones. Nos enseña a funcionar desde el miedo y desde la manipulación. ¿Ya ves por qué nuestra sociedad funciona como funciona? ¿Ya ves por qué a muchísimas parejas se les hace tan difícil conciliar?
Como padres, para mejorar las cosas deberíamos comenzar por sanar toda la rabia y la frustración que nos ha dejado la forma en que fuimos criados y educados. Ya que con tanto resentimiento guardado (Del que generalmente no estamos conscientes), el camino se hará siempre más tortuoso y difícil. Pues no puedes cambiar lo de afuera, si no cambias primero lo de adentro.
Seguido,  deberíamos execrar, de una vez por todas, la cadena del chantaje, el miedo,  los premios y castigos de la educación y crianza de nuestros niños.
Se puede incentivar sin sonsacar, sin aterrorizar. El chantaje y la manipulación son las herramientas del miedo. Sólo funcionan (Si es que a eso se puede llamar funcionar) cuando la comunicación ha fracasado.
Ojalá tus hij@s puedan decir mañana: 

"...Recuerdo la mirada amorosa de mis padres, incentivándome a ser yo mism@, a actuar según mi corazón y a discernir antes de obedecer. Mientras me decían, con sus ojos: Siempre, siempre estaré contigo!”

Por Elvis Canino

lunes, 29 de septiembre de 2014

De cómo enseñamos a nuestros niños a mentir!

Los niños siempre dicen la verdad. ¿Por qué? Porque la verdad es su estado natural. Su inocencia y pureza los conecta permanentemente al presente. Y en el presente sólo existe la verdad. 
La Mentira corresponde al futuro o al pasado. Para mentir tenemos que inventar una historia que no existe (Futuro), o alterar una que ya sucedió (Pasado). En el tiempo presente no tiene cabida, pues el presente es acción.
Por lo tanto, es indiscutible que los niños siempre dicen la verdad. 
¿Que por qué algunos mienten? Pues porque nosotros (Padres, Maestros y demás figuras protectoras), quienes se supone debemos cuidarles y enseñarles, los introducimos (con nuestras acciones y ejemplo) en el nada grato “arte de la mentira”.
Mi madre suele contarme la siguiente historia personal (sobre mi abuela y ella) que me gustaría poner de ejemplo:
“Cuando era niña siempre nos visitaba una vecina que solía ponerse a conversar con mi mamá, y solía pasar bastante tiempo en nuestra casa.
Un día mi mamá andaba de poco ánimo, y sonó la puerta. Por la hora, asumió que era la vecina. Me llamó en voz baja y me dijo casi en susurro: - Asómate a la puerta y di que no estoy -.
A lo que dije:- ¡Voy, Mamá!
Corrí a la puerta feliz porque me habían confiado una misión importante.  Abrí, me asomé y dije muy orgullosa: - ¡Mi mamá dice que no está!.
Mi mamá, por supuesto, me castigó!”
Así como esta anécdota que cuenta (entre risas) mi madre, hay miles. 
Sé de niños que son castigados en la escuela y en casa por ser sinceros y decir lo que sienten. Y ni hablar de lo que les tocaría si, por ejemplo, rompen un jarrón  o cualquier otro objeto valioso para los adultos, y se atreven a confesar la verdad.
A muchos adultos les encanta que se les mienta, diciéndoles sólo lo que ellos desean escuchar.  
Escucho a muchas personas decir: “A mí me gusta que me digan la verdad en mi cara”. Esto, por supuesto, hasta que alguien se las dice.
Nuestra sociedad adora las máscaras y las apariencias. Por eso enseñamos a nuestros niños a mentir. ¿Y saben cómo empezamos? A través del castigo y de nuestro propio ejemplo.
Recuerda que tus hijos aprenden más de tus acciones que de tus palabras. Ten cuidado con lo que enseñas. Y por favor, trata de vivir en el presente, como los niños.
¡Así evitarás la tentación de mentir por quedar bien!

Por Elvis Canino

lunes, 1 de septiembre de 2014

Mi Tesoro Perdido!


Recuerdo que una vez, hace mucho mucho tiempo, un buen amigo me preguntó:
"¿Y tú como le haces para estar todo el tiempo sonriente?".
Era yo apenas un muchacho y no supe responderle, pero ahora que lo pienso, por algo nunca me olvidé de aquel, en apariencia, insignificante suceso.

Un día, varios años después de aquel comentario, me contemplé al espejo y noté que ya no sonreía como antes, ni siquiera me miraba como antes. Fue allí cuando empecé a hablarme al espejo (Cosa que ahora hago a diario, como un ritual), y decidí que ya no desperdiciaría un día más frunciendo el ceño (Aunque confieso que me es bastante difícil cumplir este compromiso cabalmente las 24 horas, pero se hace lo que se puede).

La vida para mí, antes y después de aquel suceso, ha sido un constante vaivén de situaciones extrañas, gente interesante, momentos surrealistas, experiencias como sacadas de un libro muy raro. Algo así como un sueño, de esos que te invaden cuando has dormido mucho y ya no encuentras más que soñar.

Lo interesante del asunto es pensar en cómo todo ese cumulo de experiencias extrañas y de personajes  a veces bien dignos de un cuento kafkiano (como yo mismo, por ejemplo), puede haberme llevado al sendero en que me encuentro en este preciso momento.

Si lo pienso bien, cada experiencia, cada palabra, cada sueño, cada gesto me condujo exactamente a donde me tenía que conducir, a donde creo estar parado ahora.

Aceptar y honrar mis sombras, mis defectos y mis carencias; contemplar con amor mi propia oscuridad; bendecir y agradecer cada trago amargo (así como cada trago dulce) es, o al menos eso creo, lo que en cierto modo me ha ayudado a mantenerme a flote cuando los vientos fuertes han azotado.

Aceptar que me falta mucho que aprender; que podría dar más Amor, sin condiciones (A mí mismo, por ejemplo); que mis defectos son parte de mi SER, de mi esencia. Todo esto me nutre y me sostiene a la cordura (o a eso que más se me parece a ella).

A fin de no olvidarlo y mantenerme atento, me pongo los siguientes compromisos de vida cada mañana al despertar:

*No juzgar a nadie (Ni siquiera a mí mismo).
*No dedicar tiempo al chisme, a la envidia o a la intriga.
*Dedicar cada día de mi vida a aprender, a mejorar, a rectificar mis equivocaciones, sin avergonzarme de ellas.
*Saborear el presente, así como cuando era un niño lleno de curiosidad y asombro.
*Agradecer cada momento, cada regalo de la vida, cada aprendizaje, cada error.
*Silenciar mi mente a voluntad, escuchando solo mi respiración... y a Dios. (Y vaya que calma, ¡Inténtenlo!). 
*Sonreír a cada niño que veo. Ellos sí que saben devolver una sonrisa.
*Jugar, hablar con, y escuchar a mi hija.
*Abrazar, besar y llevarle el café a la cama a mi compañera de viaje (No se me hace difícil, pues siempre me levanto antes)
*Abrazarme y sonreírme cada vez que me miro a los ojos.
*Decir al niño que aún vive dentro de mí, que lo amo, que todo está bien y que nunca lo dejaré solo.
*Escuchar buena música.
*Decirme cosas agradables a mí mismo, regalarme cosas, regalarme tiempo.
*Ayudar a quien lo necesite. De forma desinteresada, sin esperar nada a cambio.
*Leer algo interesante y constructivo, algo que me haga sentir bien. ¡Oler un libro!
*Pisar la grama o el suelo descalzo.
*Mojarme con la lluvia.
*Comer algo que me guste mucho, por placer.
*Olvidarme del reloj y de la prisa.
*Pensar en alguien a quien quiero.

Todo esto me recuerda que estoy vivo, que soy un visitante temporal en este mundo y lo más importante: Me reconecta con mi tesoro perdido. Ese que siempre estuvo frente a mi, pero que ya no lograba ver, quizás por insistir tanto en pensar y en actuar... ¿Como adulto? 

(Nota: Sí, soy yo el de la foto)


Por Elvis Canino

sábado, 23 de agosto de 2014

Queridos Niños del Mundo…

Les escribo estas breves líneas para saludarles.
Está bien, no solo les saludo también quisiera, en nombre de todos los adultos, pedirles perdón.
Sí… perdón.
Les pido perdón por creernos superiores, por creer que ustedes no tienen derechos, por utilizar el “título” de hijos como “sello de ganado” que los convierte, según nosotros, en nuestra propiedad.
Les pido perdón por no saber escucharles, por no tomar en serio lo que dicen, por burlarnos de sus sueños y fantasías, por querer convertirles en.… nosotros!
Les pido perdón por nuestra mala memoria, por haber olvidado que un día también fuimos niños, por haber dejado atrás su maravilloso y mágico mundo, por haber dejado de jugar, de saltar... de sonreír.
Les pido perdón por nuestra arrogancia, por querer tener siempre la razón, por pretender tener evidencias y pruebas tangibles de todo, por no saber reconocer y honrar nuestra propia ignorancia.
Les pido perdón por el maltrato, por creer que los golpes y gritos enseñan, por pensar en “amaestrarles” más que en dejarles ser, por querer moldearlos a nuestra conveniencia.… por favor, perdónennos.
Les pido perdón por los castigos, por pretender que son beneficiosos, por pensar que algo bueno queda de ellos, por utilizarlos como excusa para no tener que usar nuestro ejemplo como modelo y guía.
Les pido perdón por las guerras, por creer que las banderas importan, por creer ser mejores que otros, por explotar a los débiles, por pisotear y excluir  a quienes piensan de forma distinta.
Les pido perdón por el daño que hemos hecho al planeta, su casa. Por creer que somos dueños de algo, por sobrevalorar las posesiones, por no saber cuidar la herencia que a ustedes, y a quienes vienen detrás de ustedes, pertenece.
Por todo esto y más, les ruego nos sepan entender.
Un día olvidamos pensar como niños y nos creímos perfectos.
Un día cambiamos nuestra risa por el rencor y la tristeza.
Un día alguien nos convenció de que el mundo era un circo dantesco donde gana el que golpea más fuerte.


Un día… ¡Ay, qué día aquel!, dejamos de subirnos a las nubes y adoptamos esas máscaras  que nos hacen sentir tan seguros.… 
¿Dije seguros? bueno... ya no lo creo tanto! 

Con amor, su amigo de siempre... Elvis Canino

jueves, 14 de agosto de 2014

Tiempo de Calidad en Familia!


El tiempo que dediquemos a nuestros hijos siempre será invaluable. De la calidad del mismo dependerá lo cerca o lo lejos que se encuentre su mundo del nuestro, y la facilidad o dificultad con la que podamos comprendernos mutuamente en el transcurso de la vida.

Algunas personas piensan que dar tiempo a sus hijos significa inundarlos de cosas materiales para que estén distraídos o simplemente sentarse con ellos a ver la televisión cada noche sin cruzar una palabra.
La calidad de la comunicación es sumamente importante en cualquier tipo de relación afectiva. Una relación sin comunicación es una relación enferma, se va degradando a medida que pasa el tiempo y generalmente termina colapsando sin que ninguno de sus miembros pueda hacer mucho por recuperar los pedazos.

Los adultos, normalmente olvidamos aprender a escuchar a los demás. Oímos, más no escuchamos. Andamos dando carreras para poder cumplir con todos, pero no nos damos un respiro para entender las señales que nos manda nuestro cuerpo, las alarmas que se encienden en nuestro hogar, los gritos de auxilio que nos envían nuestros hijos.

Si seguimos cegados por el trabajo y los deberes, y seguimos postergando el sentarnos a escuchar a los niños con atención, tarde o temprano crecerán, se irán y harán sus propias vidas; será entonces cuando vendrán los arrepentimientos y pensaremos: “…Si hubiese trabajado un poco menos, y disfrutado más de mis muchachos…”

No esperes a que esto suceda, disfrútalos ahora, bésalos ahora, abrázalos ahora, escúchalos ahora, juega con ellos ahora. Por supuesto que debes dedicarte a tu trabajo y a tus rutinas, pero no dudes en sacar todo el tiempo que puedas para disfrutarlos ahora, es más, dales siempre la prioridad en tu agenda.

La mayoría de los adolescentes establecen barreras impenetrables para con sus padres, justamente por no haberse establecido un sano nexo comunicacional desde la infancia. Sintiéndose libres de expresarse solo en compañía de amigos y en las llamadas tribus urbanas, donde se establecen vínculos basados en la libertad de “ser ellos mismos”, cosa que jamás han sentido en casa.

Las distracciones domésticas y la agenda laboral, de no ser compensadas con mucho tiempo compartido, comienzan a crear una especie de brecha comunicacional y afectiva que se va haciendo cada vez más grande. Un abismo enorme se forma entre nuestro mundo y el de nuestros hijos, al extremo de convertirnos en perfectos extraños viviendo bajo el mismo techo.

Afortunadamente existen muchísimas actividades que pueden convertir estos momentos compartidos en un verdadero disfrute para todos. La idea es pasarla bien, no haciéndolo por cumplir como si de una obligación se tratara, ya que esto le quitaría lo placentero y terminaría fastidiándonos y haciéndonos regresar a las rutinas.

Cada familia, según los gustos y hobbies de quienes la conforman puede programar su propia agenda de actividades, haciendo énfasis en el disfrute de todos.

Lo importante es crear lazos de amor indestructibles, realizando actividades sencillas y al alcance de cualquiera. Aprendiendo a ser padres, a ser hijos, creciendo juntos como familia.

Acá pongo como ejemplo mi propia lista personal. Quizás alguna de las actividades que en ella se encuentren te guste y termines incluyéndola en tu agenda.

1) Lectura en familia:

¿Cuántas horas pasan tus hijos frente al televisor? Sería mejor invertir más tiempo en leer juntos, bien sea un cuento, una revista, o cualquier cosa que haga de un rato de lectura una oportunidad de compartir, reír e imaginar juntos.
Enséñales que la lectura puede ser amena y agradable, si ven que de verdad lo disfrutas, mejor aún. Además si reemplazas tu propio hábito de ver demasiada televisión por el de leer más, te harás un favor, pues en vez de seguir dejando que otros piensen por ti, cada vez te provocará menos estar hipnotizado frente a la “caja loro”.
Recuerda que somos modelo a imitar por nuestros hijos, no se trata de caer en prohibiciones autoritarias, sino de mostrarles que existen alternativas más enriquecedoras, y por supuesto de predicar con el ejemplo.

2) Sembrar un árbol:

Otra excelente oportunidad de pasar un buen rato con tus hijos, enseñarles a amar la naturaleza (cosa que ellos hacen mejor que nosotros) y hacerlos conscientes de la importancia de cuidar el planeta en que viven.
Además, estar en contacto con la tierra es excelente terapia para relajarse, eliminar el estrés y ser niño de nuevo. Para los pequeños es maravilloso ver a sus padres permitiéndose ser niños, reconectándose con ese chico al que a veces relegamos a un rincón de nuestra alma. Esta actividad me ha ayudado enormemente a apreciar mejor las cosas sencillas que enriquecen y dan sabor a la vida.
Sembrando un árbol con tus hijos sellas también una especie de pacto de amor entre ellos, la tierra y tú.  Pocas actividades están tan llenas de magia como esta.

3) Jugar en el suelo:

¿Desde cuándo no te permites jugar en el suelo? ¿Olvidaste lo placentero que es? ¿Olvidaste que no hay nada de malo en ensuciarse o mojarse en un charco?
Deja ya de privarte de actividades tan placenteras como ensuciarte en el suelo, saltar sobre el fango o jugar bajo la lluvia. Cuando estés despidiéndote de este mundo, te aseguro que lamentarás no haber dedicado más tiempo a realizarlas, especialmente en compañía de tus hijos.
Además, la mejor herencia que puedes dejar a tus hijos es la capacidad de experimentar cada momento de la vida como si de un milagro se tratase, pues efectivamente la vida es eso, un milagro.

4) Mirar las estrellas:

A mi hija, a mi esposa y a mí nos encanta esta actividad; verlas y contarlas. Contemplar el cielo es algo muy hermoso y relajante. Además te enseña a apreciar lo insignificantes que son los problemas humanos en comparación con la infinitud del universo.
Me gusta pensar que la misma fuerza que sostiene todo el universo moviéndose en perfecta armonía, puede asistirme siempre que crea tener un problema.
Las estrellas me enseñan a no angustiarme en las dificultades,  a confiar en que no estoy solo, y me recuerdan que mi presencia en la tierra tiene un porqué.

5) Inventar y contar historias:

Una oportunidad muy provechosa para el desarrollo de la imaginación,  y para incentivar la comunicación y la confianza entre padres e hijos.
Inventar historias es una de las actividades que más disfruto, crear personajes, situaciones, mundos.
La imaginación  de los niños es inagotable, su mundo se crea y recrea a cada instante. Algunas personas censuran las historias que inventan sus hijos,  llamándoles mentirosos e invitándolos a la “cordura”. Me entristece mucho presenciar esto, pues es así como se mata la inocencia y se invita a vivir sumergido en el Ego desde muy temprano.
Que distinto sería nuestro mundo si el entorno no se empeñara tanto en exigirnos ser “realistas” desde nuestra infancia.

6) Adoptar y cuidar un Animal de compañía:

Adoptar un animal de compañía exige nuestro compromiso a amarlo y cuidarlo de por vida. No se lanza a la calle a un miembro de la familia cuando ya no tiene gracia o cuando nos aburrimos de él.  Si lo que queremos transmitir a nuestros hijos son principios y valores, pienso que el primero de la lista debe ser la responsabilidad y es respeto por la vida.
Los animales, como perros y gatos por ejemplo, se integran fácilmente a la familia o a la manada, como prefiero llamarla. Los niños tienen una empatía natural con ellos. Somos nosotros, los adultos quienes transmitimos nuestros propios prejuicios de generación en generación.
Un niño nunca rechazará la idea de jugar con un gato o con un conejo, nunca lo verán como un ser inferior sobre cuya vida tenemos o creemos tener derecho.  Están libres de prejuicios y muy conscientes de que todos somos uno. Más de lo que la mayoría cree.
Por eso siempre insisto en que no hay mejores maestros. Nuestra incapacidad de escuchar con seriedad lo que ellos nos enseñan con sus acciones nos estanca y nos impide avanzar y superarnos como especie.
Amar y cuidar de los animales nos hace mejores personas, nos permite practicar la compasión y el respeto a la madre naturaleza y a cada una de sus creaciones. Transmitirlo a las próximas generaciones nos ayudará construir un mañana mejor.

7) Dar caminatas al aire libre:

Caminar y respirar aire puro son una excelente oportunidad para despejarnos, renovarnos y reconectarnos con la naturaleza. Cuando vivimos en centros urbanos, cualquier espacio verde es una especie de oasis en el que podemos sentir de cerca un pedacito de naturaleza. Caminar, o aún mejor correr entre arboles es un excelente ejercicio y una oportunidad única para jugar y liberar tensiones. Los niños necesitan saltar, correr, gritar y jugar para drenar el enorme caudal de energía que circula a través de ellos ¿Y qué mejor que un espacio abierto para hacerlo? Pocas actividades serán tan favorables a nuestra salud física y mental como esta.

8) Dibujar y colorear:

Mi hija pasa todo el día dibujando y coloreando. Cuando podemos sentarnos con ella lo disfrutamos muchísimo, y ni hablar de cuando toma la tempera para pintarse pies y manos. Nuestro hogar se ha convertido en una especie de santuario artístico, puedes encontrar manchas de pintura donde menos esperes, al principio puede ser un poco incómodo, pero pienso que de eso se trata. La infancia de nuestros hijos es una sola, su felicidad y buen desarrollo vale más que una mancha en la pared o en el suelo… piensa en eso.
Dibujar y colorear con nuestros hijos es una de las mejores formas de consentir a ese niño interno que vive en nosotros. Pocas actividades nos permiten expresarnos mejor que el dibujo.  Y el gran beneficio que aportará a la creatividad e inteligencia de tus niños no tiene precio.

9) Cantar y bailar:

La música es alimento para el alma. Como dijo una vez mi querido maestro Nietzsche “Sin música la vida sería un error”.
No existe mejor forma de dejar salir el espíritu, que a través del canto y el baile, por eso los rituales mágicos de los chamanes siempre incluyen canticos y danzas.
Siempre hay una canción que nos levanta el ánimo, que nos conecta con ese lado profundo de nuestro ser, que nos eriza la piel.
Bailar es una excelente forma de relajar el cuerpo y desconectar nuestra mente. Se dice que la danza es una de las mejores formas de meditación. A los niños no se les hace nada difícil cantar y bailar, aman hacerlo. ¿Será porque no han olvidado aún de dónde venimos todos?
Creo que realizar esta actividad con ellos nos aproxima muchísimo a su mundo, ese que un día fue también nuestro mundo. ¡Bájate cada vez que puedas de tu pedestal de “adulto serio”, quítate los zapatos y a danzar!

10) Reorganizar cosas:

Reacomoda u organiza tu escritorio, una gaveta o tu espacio de trabajo permitiéndoles que te ayuden. Permíteles tocar, desordenar, preguntar. Sentirán que confías en ellos y que les permites entrar a tu espacio.
Explícales de forma amena y sin amenazas, cuáles cosas deben tocar solo con tu supervisión y cuáles no. Los niños respetan las explicaciones más que las prohibiciones. Muchas veces con solo dejar que toquen algo una vez, puedes tener garantía de que tendrán cuidado y lo cuidarán de otros cuando estés ausente.
Constantemente escucho a padres quejándose de que sus hijos lo tocan todo, lo rompen todo, no “respetan” nada, sin darse cuenta de que sus constantes prohibiciones, restricciones y regaños son justamente lo que invita, por decirlo de alguna manera, a tan insaciable exploración.
Recuerda también que los niños nos imitan, y está de más recordarte que si quieres que respeten, debes respetarles primero. No conozco mejor forma de ganárselo que esta.

11) Sentarse a simplemente no hacer nada:

Apaga tu celular, desconecta los teléfonos, apaga todo lo que te pueda interrumpir y acuéstate en el suelo a simplemente no hacer nada. Conversa de lo que sea, mira hacia el techo, tararea alguna canción o sencillamente mantente en silencio disfrutando mutuamente de la compañía de tu familia. Es una actividad deliciosa, los niños la disfrutan mucho, meditar para ellos es algo tan natural como respirar. Puede que al principio, no se queden en silencio, es cuestión de irse acostumbrando. Pero te garantizo que a medida que lo hagan los ratos en silencio serán cada vez más largos.
El silencio nos reconecta con nuestro yo interior, nos permite escucharnos y reconocernos. Y experimentarlo en compañía de quien amas, aunque sea por ratitos, es una experiencia de otro mundo. No me creas, compruébalo por ti mismo.

Como ves hay muchísimas oportunidades para compartir momentos ricos y enriquecedores con nuestros hijos, ninguna inversión es tan rentable como el tiempo de calidad que dediquemos a nuestra familia. El Mundo del Ego en que vivimos se empeña cada día en mantenernos separados, distraídos, controlados. No permitas que el tiempo se lleve las oportunidades de amar sin límites, no esperes a mañana para lamentarte por no haber hecho las cosas distintas hoy.

Cada día es una oportunidad para afianzar los lazos de amor, para reaprender, para crecer, para vivir en la magia… y nada más enriquecedor que poder hacerlo en familia.


Por Elvis Canino