sábado, 18 de febrero de 2012

DÉJALO GRITAR.


"Nada es tan difícil como conocernos, nada es tan sencillo como perdonarnos"

Cuando estoy en las calles, desempeñando mis labores cotidianas, especialmente en mi trabajo donde cada día tengo la oportunidad de compartir con personas de diferentes estratos, ideologías y formas de pensar, jamás me canso de observar conductas, reacciones, comentarios, respuestas, en fin, mi curiosidad "canceriana" se ve satisfecha día tras día y me permite a su vez, tener una comprensión más clara de mí mismo, de mis defectos, reacciones y de mi propio ego.

Y no me refiero a ese tipo de observación ociosa, estimulada por el juicio y la vanagloria de las propias cualidades periodísticas o de investigador, sino a esa observación sana, que trata de ser imparcial, objetiva, y lo más importante, de aprender de lo que ve.

Una de las cosas que más me sorprende y me entristece, pero que a la vez ha contribuido con mi propio crecimiento, con mi autoconocimiento y que ha "calibrado", por decirlo de alguna manera, el cristal con el que trato de ver y entender a los demás, y especialmente con el que trato de verme a mí mismo, es la enorme cantidad de niños “aterrorizados”, atrapados en cuerpos de adultos que veo y escucho a diario en las calles.

Donde quiera que miro: en el vagón del metro; en el tráfico de las mañanas; en el tumultuoso y siempre apresurado río de gente con el ceño fruncido, que acude diariamente a ocuparse en algo; en el funcionario público que me atiende malhumorado o de mala gana; en la persona que me empuja porque va a llegar tarde y lo vá a regañar el jefe; en el hombre que va pensando cabizbajo en lo que aún no posee, a pesar de trabajar tanto; en la mujer que grita a su hijo porque dejó la tarea escolar en casa; en la chica hermosa, plástica y vacía que enseña “nada” en la televisión matutina; en el maestro de escuela que inculca la obediencia pero no tolera preguntas que se salgan del programa pre-establecido…... y lo más triste, en los propios niños… esos que aún son niños y tienen esa tristeza en su mirada que delata cuanto los aleja el mundo adulto de su verdadero y mágico mundo de sueños.

La mayoría de nosotros, por no decir todos, esconde en su profundo interior a un niño de tres años, si…. de tres años, temeroso y asustado, a quien se le reprendió o castigó (a veces de forma muy severa) cuando no hizo lo que "debía"; a quien se le dijo que ya estaba muy grande para seguir hablando con esos “amigos invisibles” y se le ordenó irlos remplazando por “amigos reales”; a quien se le reprendió o hasta se le golpeó por ensuciarse cuando debía estar pulcro; a quien se le dijo que callara cuando hablaban los mayores; a quien se le dijo que debía hacer caso porque él era pequeño, los demás grandes, y punto; a quien no se le escuchó con atención, y en el peor de los casos...a quien recibió burlas cuando necesitó comprensión….en fin, un niño al que le hace falta gritar, gritar, y GRITAR!!!!!!!!…..para poder así desahogarse de tanta represión recibida por parte de este mundo tristemente “adulto-centrista” en el que le tocó crecer y poder soltar a los cuatro vientos esa gran indignación que, aunque la gran mayoría se niegue a reconocerlo, le genera el haber sido obligado a comportarse igual o hasta peor que aquellos adultos a quienes, a pesar de todo, tanto admiró…y a veces….solo a veces….sigue admirando.

Por Elvis Canino