viernes, 28 de mayo de 2010

NIÑOS “FLORERO”


"...Y cuidado que nos vigila la policía de lo correcto y las buenas costumbres..."

(Enrique Bunbury)


Un niño normal y sano corre, grita, hace pataletas, se queja, pide cosas, lanza cosas, se ensucia, ensucia su entorno, en pocas palabras: ES. 

Entonces, ¿por qué andamos detrás de ellos gritando cosas como: "No corras", "cállate", "deja la malcriadez", "para de quejarte", "deja la pedidera", "no lances eso", "mira como estás de puerco" y un sin fin de expresiones que utilizamos para manifestar nuestro descontento frente a la actividad normal de cualquier infante...

¿Y es que acaso los adultos no vivimos agitados?

Vivimos corriendo, pero al estilo adulto, en el día a día. Bien sea para cumplir con los compromisos, el trabajo, la agenda y para complacer a los demás... Muy especialmente para complacer a los demás. 

Vivimos gritándole al primero que nos saque de nuestras casillas, aunque muchas veces ese grito vaya por dentro (lo que es aún peor).

Vivimos haciendo pataletas de gente grande cada vez que nos disgusta algo, o cuando no logramos convencer a los demás de que piensen como nosotros.

Vivimos quejándonos por quejarnos. La queja por quejarse es un rito muy practicado por la sociedad actual. Basta con leer lo que vive publicando y diciendo la mayoría, en redes sociales como "facebook" por ejemplo, para darse cuenta de ello.

Vivimos lanzando cosas. Pero al estilo adulto: Lanzamos insultos, odio, envidia, comentarios destructivos, sarcasmo. 

Especialmente cuando tenemos miedo por que, eso sí, cómo nos aterra el no ser aceptados.

Y ni hablar de ensuciar el entorno, ¿o es que acaso creemos que por que sacamos la basura en bolsas, ésta se desintegra en el espacio? 

Mientras los niños ensucian apenas una pared o una mesa, los grandes ensuciamos y causamos daños irreversibles al mismo planeta en que ellos crecerán. 

Y encima tenemos la desfachatez de exigirles orden y pulcritud.

La diferencia más grande entre un niño y un adulto es que el niño vive "SIENDO", mientras que el adulto vive "COMPLACIENDO". 

Seguimos complaciendo a nuestros padres  toda la vida, aunque ya no estén presentes. 

¿Y como lo hacemos? Pues complaciendo a la pareja, complaciendo al jefe, complaciendo al vecino, complaciendo al sacerdote, complaciendo al... (¿Vale la pena seguir haciendo la lista?)

¿Desde cuando no te quitas los zapatos y caminas bajo la lluvia, por ejemplo? ¿Desde cuando no ríes por reír?  ¿Desde cuando no bailas en la calle sin importar que te miren raro? ¿Desde cuando no te detienes y simplemente miras al cielo?

Pruebalo, experimentarías tu SER.

Y aun hay más; no conforme con complacer a los demás, enseñamos a nuestros niños a que nos complazcan a nosotros. Bien sea sacando las mejores calificaciones, o portándose bien en casa de la abuela, o comiéndose todo... Ah, y sin derramar nada. Convirtiéndose así en unos niños Florero, que muestren al mundo lo buenos padres que somos. 

Y lo más importante, que no generen ningún comentario negativo por parte de nuestro público. Ese público al que le damos tanto poder y que se siente autorizado para aprobar o desaprobar lo que encaje o no en sus normas, costumbres y etiquetas.

Mi esposa y yo hace bastante tiempo que tomamos nuestra decisión. 

¿Que cual es? 

Sencillo: No queremos niños Florero, queremos niños felices!


Por Elvis Canino


9 comentarios:

  1. Es de cajón, Elvis, es de cajón!!!

    Un abrazo!!!

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  2. ¡ufffffff! ¡Me encanta! Sencillamente genial.

    Un abrazo...

    Louma

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  3. Educar a los niños no significa maltratarlos ni robarles la infancia. Actualmente se tiende más a malcriar que a ser estricto por lo que no parece que haya "enemigo autoritario al que instruir".

    Creo que educar a los niños es bueno para ellos. Comprender que no siempre pueden hacer lo que quieran y que no son el centro del universo les prepara para la vida y les convertirá en personas empáticas y respetuosas a las que todo el mundo apreciará.

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